#52 Directores de La Vía Láctea.
Ninguna otra especie animal en este planeta busca que le aplaudan ni que le reconozcan.
Desde que tenemos uso de razón, alguien empieza a ponernos pegatinas doradas en la frente. "Muy bien", "campeón", "inteligente", "el más rápido", "la mejor de la clase".
El aplauso comienza con las primeras palabras que pronunciamos y, si no se tiene cuidado, ya no cesa nunca. Ese eco de nuestros padres o abuelos diciendo “qué bien lo has hecho”. Ultimamente solo escucho que los niños son todos super dotados o con habilidades especiales que se les llama ahora.
Porque en algún momento, sin saber cómo, confundimos el reconocimiento con el amor, la ovación con el afecto, la medalla con el calor de un abrazo sincero. Empezamos a correr por la vida con una sola meta: destacar, brillar, ser aplaudidos. Ser vistos. Y eso pasa mucho en el mundo empresarial. ¿Mira mamá qué me han nombrado súper director del mundo, estás orgullosa?
Sería bueno preguntarnos de qué estamos orgullosos de nosotros mismos y si no te lo crees haz el siguiente ejercicio: escribe cinco cosas que deberías mejorar y cinco cosas en el que eres bueno. Lo segundo te costará mucho.
Skinner nos descifró hace más de 50 años y bautizó su teoría del acondicionamiento con el esfuerzo-recompensa y de verdad, que no hay mucho más para entender los patrones de conducta.
¿Y no hay otra manera de hacerlo mejor? ¿En el 2359 seguiremos siendo igual de patéticos buscando medallitas?
La vanidad es una forma muy curiosa de soledad. Nos convierte en actores sin público que representamos obras sin guión, buscando sin cesar los ojos del otro que nos diga que lo estamos haciendo bien. Que somos especiales. Que lo nuestro es mejor que lo suyo.
¿Es malo querer ser un mediocre cada día? A lo mejor la clave y lo que te hace ganar es cada día. ¿Prefieres ser mediocre cada día o esplendido y maravilloso un día?
Desde las fiestas de fin de curso con diploma incluido, hasta los rankings de LinkedIn, los títulos en las tarjetas de visita y los premios a la excelencia en un congreso cualquiera, nuestra especie ha creado un entramado de reconocimientos para alimentar un hambre que, en el fondo, nunca se sacia.
Hace años, personas que trabajaban en mi equipo me dijeron si podían poner en su puesto de trabajo Directores de Europa y les dije que si querían podían ponerse de La Vía Láctea porque si algún día nos invadían de por allá, ese sería el menor de los problemas.
Ningún otro ser vivo en este planeta se obsesiona con esta cosa llamada reconocimiento. Ningún lobo aúlla más fuerte porque haya ganado el premio al mejor cazador. Ningún gorrión se vanagloria de haber volado más alto que sus compañeros. Ningún delfín interrumpe el juego con su grupo para pedir un trofeo. Ellos siguen el curso de la vida.
Solo le pido a los ingenieros de la IA que no hagan robots vanidosos por favor.
En algún rincón de nosotros, sospechamos la verdad: que todo ese esfuerzo por ser reconocidos no es más que miedo. Miedo a no valer lo suficiente si nadie lo certifica. Miedo a quedarnos solos si no brillamos. Miedo a que no nos elijan si no llevamos un cartel luminoso con nuestras conquistas. Y sin embargo, todos los que alguna vez han querido de verdad saben que los mejores premios no tienen ceremonia. Y tomemos querer en el sentido más amplio del concepto.
No hay gala para celebrar a quien te escucha sin mirar el reloj. No hay discurso para quien te acompaña al hospital sin necesidad de que se lo pidas. No hay trofeo para quien se toma un café contigo en el peor lunes del año y te dice: “Aquí estoy”.
El verdadero reconocimiento no es público, sino íntimo. Está en la mirada que te sostiene cuando has fracasado. En la voz que te llama por tu nombre sin añadidos ni títulos. En el no interesado. Me decía un amigo que el amigo es el que hace cosas sin esperar nada a cambio.
En los últimos días no pensaremos en los galardones, ni en los títulos, ni en los logros compartidos en un post. Pensaremos en las personas con las que hemos vivido. ¡Qué bonito sería obtener un premio de las personas con las que has compartido lo que hayáis querido!
A lo mejor muchos han ganado premios sin título cada día y no requieren que les aplauden o les den un like personas que no le conocen, sino de los que tienen al lado.
Y abrazando mis incongruencias, ahora caigo que si tengo muchos likes de este artículo… ¿seré más feliz?