La tecnología no solo ha venido para ayudarnos a ser más productivos sino también para que la verdad resurja de lugares donde malas personas han querido refugiarse.
La publicidad, siempre querida por aquellos productos que amamos, se va redefiniendo, no solo porque el tiempo le obliga, sino también porque los clientes, desde hace años, se han puesto manos a la obra.
Desde hace un tiempo a esta parte, los restaurantes por ejemplo han dejado de gastarse dinero en publicidad y lo han invertido en un mejor producto y un mejor servicio para que las valoraciones de los comensales fueran excelentes y así forzar el efecto bola de nieve.
Y también con las películas, las series, los coches, las empresas (como Awards of Happiness) y cada vez más y más elementos que nos rodean que, gracias a la tecnología, comprobamos si nos dicen la verdad o nos mienten.
Pero, nosotros, los humanos, desde que tenemos pensamiento y por tanto conciencia, también mentimos y algunos dicen que las mentiras no son siempre malas. De hecho, uno no puede ser brutalmente honesto porque vivimos en una sociedad.
La mayoría de nosotros conoce a alguien que suelta la lamida expresión: “Es que yo digo lo que pienso”. Bueno, pues si usted no puede ser un ser social, no se preocupe que la selva o la jungla está abierta para que pueda estar solo y gritarle al árbol o al león lo que piensa de ellos sin tapujos.
Y sí, la tecnología de estos últimos veinte años ha llegado para decirnos la verdad de nosotros como personas, pero ¿dónde está el límite?
Somos nuestras verdades y también nuestras mentiras, pero si estas salen a la luz ¿qué quedará del ser humano?
La paradoja de la verdad es que sí que queremos conocer la persona que defraudó para no hacer negocios con ella y a lo mejor queremos saber quién no ha cometido un crimen para que así nos podamos fiar más de ella, pero ¿Querremos también saber cuántos corazones ha roto esa persona para no enamorarnos de ella? ¿Nos darán información sobre las horas que puede trabajar Manuel sin descansar? ¿Nos dirán si es buen líder?
¿Y buen líder respecto a quién? Seguro que hay personas que les encanta una forma de ser y una forma de liderazgo, pero a otras no. Hasta hoy lo ponemos todo en la misma cesta, sin embargo: ¿La tecnología podrá diferenciar que José es un gran líder para mujeres de 45 a 55 años de México del Norte, en cambio no gusta para nada a los hombres de 22 a 29 años del Sur de Ecuador?
Contentar a todo el mundo es imposible, pero desenmascarar a aquellos que se aprovechan del poder asignado, debería ser obligatorio.
Cuanto más sepamos de la verdad, creo que será mejor para todos, pero habrá que tener cuidado qué verdad nos apetece saborear y cuál nos regalan o cuál nos venden.