#15 El déficit de la felicidad
Distopía, miedo, incertidumbre... ¿quién nos va a alimentar el alma?
Estudios como el de VML apuntan que los clientes están pidiendo a las marcas que les hagan más felices.
Si Henry Ford levantara la cabeza y comparase su famosa frase: “que cada cliente compre el coche que desee mientras sea un Ford Negro” a “yo lo que quiero es que las marcas que compro me hagan más feliz”, estoy convencido de que se volvería loco.
En un mundo cada vez más “hiperconectado” se apunta, que los clientes (es decir, las personas como tú y como yo), anhelan un nuevo re-encantamiento, pero ¿por parte de quién?
Los estadounidenses son muy buenos creando palabras en el mundo de los negocios. La nueva es Emotioneering, es decir, que las empresas deben crear emociones.
Sin duda, que estos deseos de los clientes, difieren de las creencias de algunos filósofos contemporáneos y actuales como Byung-Chul Han en su Sociedad del Cansancio o en la Vida Contemplativa ya lo vaticina o ya ni os cuento si lo comparamos con David Benatar y su antinatalismo (mejor no haber existido nunca), cosa de la que personalmente estoy totalmente en contra, ya que siempre podemos estar mejor, pero no se tendría que ser tan fatalista, ¿no crees?
Pero volvamos a ese déficit de la felicidad del que se queja la mayor parte de la sociedad y que exige, no pide, sino que exige a las marcas que les vendan ese disfrute y felicidad. Y me pregunto, ¿cuánto vale un kilo de felicidad?
Además, si los clientes exigen ese retorno, ¿qué pedirán los colaboradores de las organizaciones? ¿Sufrir?
Desde Awards of Happiness aprendemos y escuchamos en base a las miles de respuestas diarias que recibimos de los colaboradores de las empresas que afirman básicamente en su mayoría que quieren y les gusta trabajar, pero que también necesitan que las empresas les traten como se merecen y que escuchen sus necesidades y sus anhelos.
Por eso nos gusta reconocer y dejar un legado, porque a pesar de todo, nos gusta ser humanos.